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Los banlieues de Murcia

photo Altercados en el barrio murciano de Espinardo durante el pasado 27 de julio (foto: La 7)

— ¡Solo sabéis venir a jodernos!
— ¡Os vamos a matar a todos!

Eran apenas las 10 de la mañana en la calle San Ignacio de Espinardo (Murcia) y esta lluvia de improperios (los hay más gruesos que no es necesario poner aquí) les caía a dos agentes de la Policía Local de Murcia que, «por orden superior de acompañamiento» escoltaban a unos técnicos de Emuasa que iban a realizar sendos cortes del suministro de agua en dos pisos de los inmuebles número 13 y 38. 

Una semana después de esos altercados, hay tres hombres que han sido detenidos por atentado a la autoridad, desórdenes públicos y (solo a uno también) por coacciones. Todos están en libertad ya. El último salió ayer, miércoles 2 de agosto, del juzgado de Murcia.

Los individuos identificados como J.R. y D.C. son los que, a tenor de que luego declararon los municipales en dependencias del Cuerpo Nacional de Policía en la comisaría de San Andrés, comenzaron insultarlos con las palabras arriba escritas. De hecho, llegan a insultar a uno de los agentes por su identidad sexual (lo que ribetea un presunto delito de odio). 

Los agentes, en mitad de los insultos, a lo suyo, a escoltar. Como también insultan a los técnicos del agua, se meten en uno de los inmuebles para auxiliarlos, pero  J.R. cierra la puerta desde fuera «para impedir la salida de los agentes de Policía gritando fuertemente: “¡Ahora os vamos a matar ahí dentro!”».
Los agentes se las ven pero forzando la puerta consiguen salir de nuevo a la calle, donde D.C. comienza a lanzarles platos, tazas y botellas. Uno de hecho, golpea en la cabeza al propio S.R., otro que estaba por allí en el altercado. Es lo que tiene el fuego amigo.

El caso es que también este individuo resulta herido por la defensa de uno de los agentes que tiene que repelerlo en plena calle con «la fuerza mínima necesaria para aislarlo». 

Como sale herido, sangra en la frente según se ve en los vídeos que pululan por redes sociales, una pariente afirma que lo iba a llevar al médico en coche. Al entender que quizá podía huir del lugar, los agentes que primero llegaron, montados en un coche patrulla, los abordan y se lo llevan arrestado. La señora se quejaría luego de que le habían abollado la furgoneta, una Citroen Berlingo. 

Para entonces, allí había ya una veintena de efectivos policiales, y una calma tensa trufada de epítetos desde las aceras vino a concluir horas después con la presentación como detenido de S.R.A., no sin antes pasara por un centro de salud a que le curasen el golpe de la frente.

A los otros dos arrestados no los encontraron, sino que se fueron personando en comisaría días después. Y no se descarta que hayan nuevas detenciones. 
El abogado penalista, Jorge Novella, que defiende a D.C., asegura que «hay otros vídeos, que se conocerán en el momento procesal oportuno, que acreditarán la inocencia de mi cliente». 

Ésta es la situación de lo que ocurre cuando se hace un trámite normal, un corte de suministro (imaginamos los motivos) en el banlieues que es Espinardo
Este término, banlieues, está muy de moda. De origen francés, significa ‘afueras’, y alude a los barrios y urbanizaciones que pueblan los extrarradios de las grandes ciudades.

Pueden ser banlieues pobres o ricos, pero tras la muerte del joven francés de 17 años de origen magrebí Nahel Merzouk, que fue disparado por un policía, las violentas protestas desencadenadas por todo el país vecino son protagonizadas por personas que viven en esas ‘afueras’, así que el término engloba ahora sobre todo a esos barrios, rabiosamente pobres, donde los ciudadanos se sienten de segunda, y agrupa a poblaciones no integradas, extranjeros o franceses de primera o segunda generación, barriadas corroídas por el paro, la droga y maceradas en un odio a lo occidental.

Sin ser lo mismo se pueden parecer a esas zonas territorios comanches (Pérez-Reverte dixit) que también abundan en nuestras ciudades.
A lo mejor el próximo corte de agua viene por la sequía y el cambio climático, y no hace falta enviar técnicos de Emuasa escoltados por un ejército de uniformados.