La anticrónica de lo clásico

"...  Pero el regalo se envenena, el marcador sigue sin moverse y comienza la cuenta atrás. Lo sabes porque has cambiado el ‘Murcia, alé’ por el ‘Murcia, échale huevos..."
Imagen del partido entre el Real Murcia y el Real Unión de Irún
Imagen del partido entre el Real Murcia y el Real Unión de Irún (Foto: Real Murcia)

Correr más de la cuenta para llegar justo a tiempo. Si te ha pasado esto este domingo es porque quisiste reducir al máximo el coste que LaLiga y la Federación te habían obligado a pagar. Porque cuando se te junta uno de los partidos del año con el de cada domingo, tu clásico y el clásico, solo tienes dos opciones: duplicarte o correr más de la cuenta para llegar justo a tiempo.

Si disfrutaste del pase de Kross, de la carrera de Vini, del gol de Karim y estuviste en tu butaca de siempre en el estadio Enrique Roca es que se te da bien lo de darte prisa. Si además viste el de Fede Valverde es que eres todo un héroe. O todo un clásico.

Clásico como que el partido arranque al ritmo del ‘Real Murcia, alé’ del fondo. Clásico como ver por fin a Serna en portería. A Inoussa, en su banda. Y a Casado, en su sitio. Como el traje gris de Pereñíguez o los paseos de Mario Simón sobre las líneas del banquillo.

Porque si se te olvidó en el minuto 15 volver a conectar el clásico fue gracias a Zeidane, a Pedro León o a que eres un clásico. Como clásica es la desesperación de ver cómo todos los balones de tu equipo se van por encima del travesaño. O la motivación al ver a Dani Vega luchando cada pelota como si estuviera jugando en Copa contra el Real Madrid. Porque mientras el clásico bajaba las revoluciones, en el Enrique Roca en el minuto 30 los murcianistas ya sabían que no se habían equivocado. Lo supieron en una, dos, tres e incluso cuatro ocasiones. Casi todas desde las botas del 11, del clásico del año pasado. 

Como clásico es el cariño de una afición que se rompe al ver el dolor de uno de los suyos. Y como clásica es la respuesta de un jugador, Javi Rueda, que solo se quitó las manos de la cara para responder con aplausos al calor de los aficionados. Y sin tocar el suelo, salió del campo por el túnel de vestuario.

Lo puedes intentar, y mucho. Lo puedes intentar hasta el minuto 48. Pero como te vayas con el marcador a cero al descanso será como si no hubieras hecho nada. Y eso también es un clásico.

Mientras tú descansas, al Barça le ha dado tiempo a acercarse y a alejarse de poder sumar algo en territorio enemigo… Y cuando saltan los tuyos, el clásico ya está acabando y tu equipo, por mucho que te dejes la voz, sigue empatando en casa. Dejas de respirar durante unos segundos cuando dos de los tuyos se quedan solos frente al portero rival, pero un rebote hace que nada siga sirviendo de nada. Silbas a los tuyos cuando la Real Unión huele puerta y te desesperas cuando tus jugadores retroceden la pelota. Pero a los dos minutos te da igual. Jugaréis con uno más durante más de 20. Toca aplaudir, pasar del agobio a la alegría por una tarjeta. Un clásico. Pero el regalo se envenena, el marcador sigue sin moverse y comienza la cuenta atrás. Lo sabes porque has cambiado el ‘Murcia, alé’ por el ‘Murcia, échale huevos’. Solo te quedan 10 minutos de vida. Y la desesperación se convierte en tiros aleatorios. Y tú, en tu grada, piensas que quizás tendrías que haberte quedado viendo el clásico. 

Pero sigues empujando desde la butaca, viendo cada parábola más dentro que fuera. Pitas el añadido de solo 4 minutos. Pero la pelota no entra y, a pocos segundos del final, una acción de la Real te provoca miedo. Miedo por pensar que a pesar de todo aún te puedes ir a casa sin nada. El tiempo acaba y tú silbas. Por frustración o por sentimientos encontrados. Y te das cuenta de que, aunque corras, no siempre se llega a tiempo. Vamos, todo un clásico.